Edad Moderna

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Edad Moderna

Esta época representó la consolidación de Viladecans como pueblo. La población se mantenía estable gracias a la inmigración occitana y crecería bastante, a lo largo del siglo XVIII. En ese mismo siglo se creó la parroquia de San Juan de Viladecans, independiente de la de Sant Climent, en torno a la que se impulsaron fiestas mayores por San Sebastián, San Juan y, después, la Virgen de Sales. El poder feudal iniciaba su decadencia, si bien aún Viladecans y su territorio estaban sometidos a la autoridad señorial. El regadío, a partir de las norias, empezaba a verse en la zona de la Marina.

La saga de los Burgès de Viladecans y la Cuadra Burguesa se acaba. Estos dos territorios y sus habitantes pasarán a otras manos: Viladecans, a los dominios de Erampunyà, y la Cuadra Burguesa, a la familia Salavardenya.

Joanot de la Riba, nieto de Joan Bernat Burgès, vende la Torre Burgesa a Esteve Salavardenya. Se acaba la saga de los Burgès como señores de la «Torre Roja».

Àngela Alèxia, viuda de Galcerán Burgès de Santcliment, y su hijo Galcerán, últimos representantes de los Burgès como señores de Viladecans, venden a Joan Agullana este territorio. Con ellos se acaba la saga de los Burgès en Viladecans.

El fogaje realizado por toda Cataluña da en Viladecans y la Cuadra Burguesa una población de unos 28 fuegos, es decir, 140 habitantes aproximadamente.

Enric de Agullana, hijo de Joan, vendió, por 8.000 libras, el lugar y término de Viladecans a un descendiente de los Marc, Hug Joan Fiveller y de Palou, señor del Eramprunyà. La política de unificación de los territorios del Erampunyà, iniciada por Marc en el siglo XIV, queda terminada.

La venta se realizó en los siguientes términos: venta de todo el sitio de Viladecans con su gran torre o casa y todos los lagares, botas y utensilios agrícolas, así como todas las casas, fortalezas, edificios, centros, masías, carnicería, herrería, hostal, almazara de aceite, horno, tierras, honores y posesiones, prados, hierbas, estanques... y también la jurisdicción civil y criminal sobre los habitantes (todos los malos usos y los derechos señoriales de acarrea, batida, jova...).

La baronía del Eramprunyà, en esta época, quedó formada por los señoríos de Viladecans, Sant Pere de Gavà y Sant Miquel de Eramprunyà, Sant Climent, Begues y Castelldefels.

Es asesinado en Viladecans el representante de la baronía del Eramprunyà.

En Viladecans, a mediados del siglo XVI, se construye la torre de vigilancia que actualmente se encuentra adosada en Can Modolell – Casa de la Villa. Es una torre sencilla de base cuadrada que fue edificada como torre de vigilancia del litoral mediterráneo, para alertar de las posibles incursiones de los piratas turcos o bereberes del norte de África. Esta torre de vigilancia no es una construcción aislada, sino que en el próximo término de Castelldefels se encuentran tres más; del mismo modo, a lo largo de esta centuria no fueron un hecho excepcional los ataques y razias de los piratas turcos y del norte de África sobre las costas del litoral mediterráneo.

Aldonça Salavardenya, viuda de Pere Salavardenya, señora de la Torre Roja.

A lo largo del siglo XVII la Torre Roja o Torre Burgesa pasará a manos de varios propietarios: en 1638, el reverendo Joan Roca la compra por 1.000 libras; en 1658, Rafael Càrcer, ciudadano honrado de Barcelona, y en 1674, Josep Barrera, ciudadano de Barcelona.

Los habitantes de Viladecans solicitan licencia del Capítulo Catedralicio para construir una iglesia, dado que la capilla de San Juan se ha quedado muy pequeña. Licencia denegada por el Capítulo.

Francesc de Erill y Constança de Merlès, barones del Eramprunyà proindiviso, ceden sus derechos sobre Viladecans y Sant Climent a Anna de Cardona. De este modo Viladecans inicia la desvinculación de la baronía del Eramprunyà.

11 de abril

Licencia religiosa para hacer una capilla dedicada a San Isidro dentro de la capilla de San Juan de Viladecans. Esta fecha confirmaría la antigüedad de la devoción de Viladecans hacia San Isidro.

Se vuelve a pedir al Capítulo Catedralicio el permiso para construir la iglesia. Ahora sí que lo conceden, pero las pestes y los conflictos bélicos posteriores detendrán el proyecto de construcción de sagrario y cementerio. Este proyecto se verá aplazado hasta principios del siglo XVIII.

A lo largo de estos años —y durante toda la centuria se produjo en varias veces—, la peste bubónica se extiende por toda Barcelona y el Baix Llobregat y provoca una elevada mortalidad entre toda la población.

Los parroquianos de Sant Climent y Viladecans invocaban continua y constantemente la protección de San Sebastián ante los brotes de peste y para que los librase de todo mal. Así, no sería de extrañar que una vez pasado el contagio y liberados los pueblos la parroquia de Sant Climent adoptara a San Sebastián como patrón, y que una vez creada la parroquia propia en Viladecans (1746) este patronazgo se extendiese también a Viladecans, que lo ha mantenido hasta hoy en día: por San Sebastián, 20 de enero, Fiesta Mayor de Invierno de Viladecans.

Miquel de Torrelles, señor de Viladecans y barón del Eramprunyà, símbolo del poder feudal, aún vigente en las poblaciones del delta del Llobregat.

Dicen las crónicas de la época que, para combatir el peligro de los corsarios piratas que venían del norte de África y asolaban estas costas, el señor de Viladecans, don Miguel de Torrelles, se había hecho levantar una casa y un fortín de tierra junto al estanque del Remolar y sobre el reguero de la Vidala. Había guardas y él mismo habitaba allí una parte del año. El fortín contaba con dos piezas de artillería: una dominaba el lado del estanque y la otra, el de marina, pero el de la marina interior. Este cañón que apuntaba hacia el interior de la marina, en dirección al pueblo, era el símbolo de la autoridad feudal que, aún a estas alturas, reinaba en Viladecans y, por extensión, en todos los dominios del Eramprunyà.

También las crónicas dicen que Miguel de Torrelles mandaba y disponía de Viladecans como le parecía, que era manu militari por el temor que inspiraba entre los escasos pobladores de nuestra población. En la marina no se podía entrar a cazar, pescar o hacer leña sin su permiso, y los que lo contravenían eran perseguidos y castigados con penas de prisión. Este era el precio que había que pagar para cazar becadas y francolines en la marina de Viladecans.

Una vez al año, por «Pasqüitas» —una semana después de la Pascua Florida—, el señor de Viladecans concedía permiso para abrir el grado del estanque del Remolar y vaciarlo para que los habitantes de Viladecans pudieran degustar las anguilas pescadas aquel único día. Esta tradición, convertida después en una fiesta para pescar anguilas y pasar todo un día de confraternización con los amigos y familiares en los pinares de Viladecans, que viene de mediados del siglo XVII, se mantuvo a lo largo de los siglos hasta, como mínimo, los años 1950.

Catalina de Salbà i Cardona, descendiente de Constanza de Merlés (1625) y casada con Dalmau de Ivorra, compra a Miquel de Torrelles, barón del Eramprunyà proindiviso, los derechos de éste sobre Viladecans y Sant Climent, de manera que estas poblaciones se desvincularon definitivamente de la baronía de Eramprunyà.

Los sucesores de Dalmau de Ivorra, barón de Cervelló, son los Copons, marqueses de la Manresana, y los Sarriera, marqueses de Barberà. Los Copons también fueron, por compra, barones del Eramprunyà proindiviso, al tiempo que eran señores de Viladecans.

Un alcalde, un subalcalde y dos jurados elegidos por los jefes de familia con el permiso del señor. Un cura, un ermitaño, un médico, un farmacéutico y ningún maestro. Un centenar de casas, la mitad en el pueblo y una treintena de caseríos alrededor. Dos torres en casas particulares y la Torre del Baró. Una iglesia parroquial y una carnicería. Tres carpinteros y dos herreros, un tejedor de lino y cáñamo y todo lo demás, campesinos, con muchas prensas de vino. Dos estanques, muchos humedales y dos arroyos: Sant Climent y Sant Llorenç de les Canals. Dos mil mohadas baldías y el resto, de secano, tierra mala y arenosa. Olivos, vides, moreras, algarrobos y campos de trigo, frutales, robles y pinos. Rebaños pequeños de toros, cerdos y corderos. Gallinas, conejos y pavos reales. Caracoles y ranas, anguilas un día al año. Cuarenta nacimientos, treinta muertos y veinticinco bodas al año. Tercianas, mucha miseria y, aún, señores feudales.

Será a partir del siglo XVIII cuando Viladecans iniciará su consolidación como pueblo, por lo menos a nivel demográfico. La prosperidad generalizada del dieciocho se refleja en Viladecans en el aumento de su población, que pasó de unas 200 almas a principios del siglo (255 en 1718) hasta más de seiscientas (653) personas hacia el 1787. De nuevo, la inmigración había hecho que la población autóctona reviviera, esta vez de forma definitiva. Los catalanes del interior, de montaña, llegan a los pueblos de la costa y del delta del Llobregat en busca de trabajos, hecho propiciado por la baja población de estos lugares y, por lo tanto, con salarios más elevados.

Se empiezan a colonizar las tierras de marina, hasta ahora inhóspitas, ocupadas por los barrizales, humedales, embalses y, por tanto, llenas de mosquitos, paludismo y fiebres, en un primer intento de ampliar las tierras de cultivo y obtener un mayor aprovechamiento de la agricultura, entonces única y exclusivamente de secano (cereales). Se amplían los cultivos de los frutales y de la viña. A finales del siglo se instalarán algunas norias que permitirán poner en marcha, de manera muy incipiente, la agricultura de regadío y, por tanto, también, ampliar los cultivos existentes hacia otros más comerciales: hortalizas y frutales.

La decadencia del poder señorial, que en estas tierras aún persiste, la escasa población de estos pueblos, la necesidad de colonizar nuevas tierras para el cultivo y los salarios más elevados posibilitarán el asentamiento de inmigrantes del interior del Principado. Es la segunda oleada inmigratoria de importancia para Viladecans.

Este incremento de población de nuestro pueblo fue uno de los motivos para pedir, insistentemente, la creación de una parroquia propia en Viladecans. La capilla de San Juan se había quedado pequeña y la gente no podía asistir a los oficios con el decoro debido. Por otra parte, no hay que olvidar que a lo largo de toda la época moderna la Iglesia y, por tanto, sus representantes en los pueblos, los rectores, consignaban los nacimientos, matrimonios y defunciones; también hacían de notarios y redactaban los testamentos y otros documentos públicos, y todo ello los habitantes del término de Viladecans tenían que hacerlo en la parroquia de Sant Climent. El hecho de tener que trasladarse continuamente hacia la parroquia cercana fue otro argumento para pedir la independencia parroquial.

La capilla de San Juan es elevada a parroquia sufragánea de la de Sant Climent con rector propio y pila bautismal.

28 de noviembre. Bendición del cementerio parroquial.

29 de noviembre. Bendición de la pila bautismal.

8 de septiembre. Después de más cien años de lucha con el Capítulo Catedralicio de Barcelona y el rector de la parroquia de Sant Climent, que veía peligrar parte de sus ganancias, se pone la primera piedra de la nueva iglesia parroquial.

7 de septiembre. Bendición de la nueva iglesia parroquial de Viladecans bajo la advocación de San Juan Bautista.

Paradójicamente, el 7 de septiembre de 1738 se cambiará el día de la Fiesta Mayor, que hasta entonces se había celebrado por San Juan —24 de junio— y pasará a celebrarse el 8 de septiembre, día de las vírgenes encontradas, como lo era la Virgen de Sales, en la ermita.

Ese mismo año se acaba de construir el campanario.

31 de agosto. Decreto de creación de la parroquia de San Juan de Viladecans independiente de la de Sant Climent. La ermita de Santa María de Sales quedaba integrada dentro de la nueva parroquia de San Juan. Con esta resolución Viladecans integraba la parroquia dentro de sus límites territoriales.

El día de San Sebastián es fiesta de precepto, por el voto del pueblo que lo invocó a lo largo de los años de pestes y epidemias ocurridas a mediados del siglo XVII.

Construcción de la rectoría.

La campana mayor de la iglesia es bautizada con el nombre de «Juana Bautista».

Instalación de la familia Modolell en Viladecans. Joan Baptista Arbolí i Ros vende todo su patrimonio a Bernat Modolell Rabella, aunque los Modolell ya poseían tierras en Viladecans, en la partida de Sales, desde el 1762.

Construcción de la casa del campanero detrás de la iglesia.

El señorío de Viladecans seguirá hasta el siglo XIX en manos de los Copons, marqueses de la Manresana, que tendrán casa en la Torre del Baró. En cuanto a la Cuadra Burguesa pasó por varios propietarios hasta que en 1745 detentarà su jurisdicción Josepa Barrera Prats i Sentjulià, marquesa de Puertonuevo. Los marqueses de Puertonuevo serán propietarios de la Torre Roja hasta finales del siglo XIX.

El lunes de Pascua Florida se hacía una romería a la ermita de Sales que subsistió hasta finales del siglo XIX. También eran muy celebradas las fiestas de Carnaval, cuando se hacía el baile de la Tornaboda, símbolo de la rivalidad entre los señores de Gavà y Viladecans. En el baile participaban todos los jóvenes de ambos pueblos. Otra danza tradicional era el Patatuf.

Finalmente, a lo largo de todo el siglo XVIII, y en contraposición a la decadencia del poder feudal, se consolida la institución municipal, bajo el nombre de la Universidad, dirigida por un alcalde y los jurados —equivalentes a los concejales actuales— y el Consejo General, que reunía a los cabezas de familia. El alcalde, inicialmente, era nombrado por el señor de Viladecans, que lo elegía entre tres candidatos propuestos por el Consejo General de la Universidad. Representaba al pueblo ante el señor, pero también al señor ante el pueblo. El hecho de que el territorio de Viladeca

ns estuviera dividido en dos jurisdicciones señoriales, Viladecans y la Cuadra Burguesa, hizo que hubiera dos alcaldes y dos Consejos Generales (uno por cada unidad jurisdiccional y territorial), que se reunían en ocasiones especiales en la capilla de San Juan (Universidad de Viladecans) y en la Torre Roja (Universidad de la Cuadra Burguesa). De hecho, la existencia de alcaldes en el territorio de Viladecans data como mínimo de mediados del siglo XIV, y la Cuadra Burguesa ha detectado la presencia de alcaldes desde principios del siglo XVI. El hecho de que en la Cuadra Burguesa no se hable de «jurados» sino sólo del alcalde hace pensar que el alcalde de la Cuadra Burguesa debía de estar subordinado al de Viladecans. El alcalde y los jurados —que en Viladecans eran dos, hasta la constitución del estado liberal del siglo XIX— se renovaban cada año.

Autoría: MLC

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