Aunque no es propiamente un espectáculo de magia, "L’il·lusionista" interpela al espectador con el truco más antiguo de todos: la magia del teatro. En esta ocasión la ilusión de Peyu ha sido adentrarse en el mundo de las cartas, el escapismo, los conejos que salen del sombrero… esperando sorprender al público y esperando, sobre todo, que la gente se deje sorprender.
Despreocúpense de intentar encontrar explicaciones lógicas de todo lo que ocurre sobre el escenario, a veces hay cosas que simplemente no tienen explicación, y a menudo son las más divertidas. Reír por el simple hecho de reír, con el mismo objetivo irrelevante que un mago adivina la carta a un espectador. Sin hilos, sin imanes y sin trucos, desde la distancia, Peyu puede hacer algo tan mágico como cambiaros el rostro.
En una sociedad cada vez más pragmática en la que parece que la paciencia ya no se contempla como una opción y sólo se valoran inmediatez y resultados, Peyu nos invita, a través del teatro, a ir a la esencia más primitiva de la vida: dejarse ilusionar.